Hoy iniciamos nuestro recorrido por Lima, empezando por el barrio de Miraflores para ir descubriendo las sorpresas que esta bella ciudad ofrece…..

 

Capítulo 2

Un rico Sábado en Lima..

 

Bajamos al Lobby  listos para pedir nuestro uber y empezar la aventura. 

El auto tardó cerca de diez minutos en llegar al hotel. Mientras tanto, aproveché para pedir en recepción un mapa de la ciudad y algunas recomendaciones que nos pudieran servir para “no perdernos lo más importante de Lima” para visitar en dos días.

 

Cuando mi hijo me vio con el mapa, me hizo consciente de que google maps  nos resolvería todo y que no tenía caso llevar un mapa impreso “de esos que ya no se usan”. 

Le di totalmente la razón y dejé  en el hotel el mapa impreso. Nos subimos al uber y nos fuimos rumbo al Parque del Amor. Tardamos cerca de 20 minutos en llegar.  

Yo iba  con los ojos abiertos y casi sin parpadear para poder capturar todas las imágenes de las calles, avenidas, edificios, comercios y parques.

Me impactó ver la enorme cantidad de restaurantes chinos o “Chifas” que existen en Lima, establecidos desde hace años por los muchos inmigrantes chinos que viven en Peru.

La ciudad es muy extensa y el tráfico de sábado era fuerte pero no  excesivo.

 

Llegamos al Parque del Amor y nos bajamos justo en la parte en donde existe una enorme escultura de una pareja besándose y bancas con mosaicos de colores que me recordaron al Parc Güell en Barcelona y al estilo de arquitectura orgánica que existe en el Nido de Quetzalcóatl en la Ciudad de México.

 

A mi, definitivamente, me fascinan los parques y éste, me fascinó por tener además de hermosos jardines y arte plasmado en las bancas y esculturas, por las vistas ESPECTACULARES que ofrece hacia el océano pacífico. El contraste de colores, el olor a mar y el diseño del parque son de una belleza enorme.

 

Lo primero que hicimos fue tomarnos fotos en las bancas de los mosaicos de colores y luego empezamos a recorrer el parque. Eran cerca de las once de la mañana y hacía calor. Llegamos a Lima justo en los días en los que terminaba la primavera y comenzaba el verano, así que la temperatura andaba alrededor de los 25 grados centígrados.

 

Durante nuestra caminata encontramos un sitio destinado a volar en parapente.

Este lugar ofrece al público la oportunidad de “vivir la experiencia de vuelo en parapente” con un guía super experimentado que lleva a la persona a volar sobre el océano pacífico y ver desde arriba, unas vistas extraordinarias.

 

Inmediatamente mi hijo pidió informes sobre el costo de esta experiencia y cuando menos sentí, ya estaba formado en la fila para “aventarse por el risco”. En ese momento me confesó que uno de sus sueños era volar en parapente y que había visto varios videos de los vuelos que salían del Parque del Amor y que quería iniciar su experiencia por Peru “volando sobre el océano pacífico”.

 

Me tomó por sorpresa totalmente. Yo por dentro, bastante asustada de que se pudiera desplomar, pero me aguanté el susto y lo animé a hacerlo.

 

Aunque era el primero en la fila, la persona encargada, se lo saltaba y llamaba a otras personas que estaban formadas después de él. Yo no entendía qué pasaba hasta que mi hijo preguntó y le dijeron que los vientos eran escasos y volarían primero personas bajitas y que no tuvieran un peso mayor de 60 kgs.

Mi hijo era el más alto de todo el grupo, así que esperamos cerca de una hora hasta que el encargado lo llamó, le pusieron el equipo y lo prepararon con un guía bastante pequeño, para iniciar su experiencia.

 

Yo por supuesto, con la cámara del celular en mano, empecé a tomar fotos de todo el proceso. Los vientos seguían muy bajos pero, el piloto del parapente que llevaría a mi hijo calculó que era tiempo de partir y, a la cuenta de tres y ante mi total asombro, “se aventaron del risco”. Yo mientras tanto, empecé a rezar del puro susto de verlos volar al vacío.

Me quedé parada y de una sola pieza, “haciéndome la valiente”.

 

Después de unos de minutos en vuelo, el viento disminuyó y, de repente perdí de vista el parapente en el que volaba Andrés……

En ese instante, se acercaron a conversar conmigo un par de señores sesentones que estaban esperando a que aterrizara uno de sus amigos.

Ambos señores muy educados y agradables me preguntaron que de dónde era porque habían escuchado mi acento y no sabían si era colombiana o mexicana.

Les comenté que era mexicana y que visitaba por primera vez Perú. 

Sumamente amables, se dedicaron en los siguientes minutos a recomendarme restaurantes, museos y lugares que no me podía perder en Lima. Yo de plano saqué una pequeña libreta que llevaba en mi bolsa y anoté TODO lo que me dijeron. 

Fueron tan amables y detallistas que hasta me dijeron qué platillos pedir en cada restaurante recomendado. Increíble.

Por unos minutos me olvidé de que mi hijo no se veía a distancia. 

El amigo de estos señores aterrizó e inmediatamente se integró a la conversación. 

Después de darles las gracias, los tres señores se despidieron de mi muy caballerosamente, besándome la mano y se retiraron.

 

Mi hijo no llegaba de su vuelo….

Traté de guardar la calma y la compostura pero estaba yo ya preocupada. Me acerqué al módulo del lugar para decir que ya no veía el parapente de mi hijo y que estaba yo aterrada de que se fuera a estrellar en los riscos.

En ese instante, me comentó la señorita del módulo y el encargado que “seguramente tuvieron que hacer un aterrizaje de emergencia” porque los vientos estaban muy bajos y que tardarían entre 20 y 30 minutos en venir en taxi porque la pista de aterrizaje auxiliar estaba en la playa…..

Me demudé. Pregunté si podían comunicarse por radio con el guía para checar  que todo estuviera bien y me dijeron que no, pero que no me preocupara porque nunca habían tenido un accidente en 80 años. 

 

Fueron los 30 minutos más largos de mi vida y estábamos incomunicados.

El guardia de seguridad de la zona de parapentes me trataba de tranquilizar. De verdad muy amable y mientras esperábamos a que “aparecieran mi hijo y su guía”, me dijo que había estado escuchando la conversación que había yo tenido con los señores y que él me quería recomendar que no dejara de probar el agua de chicha, la mazamorra morada combinada con arroz con leche y el suspiro limeño.

La verdad el guardia logró distraerme mientras esperaba yo ya ansiosa ver a mi hijo.

Finalmente aparecieron mi hijo y su guía. Se bajaron de un taxi y sacaron de la cajuela todo el parapente hecho bolas. 

Corrí a abrazar a mi hijo y a preguntarle si estaba bien y “completo”. Tranquilamente me dijo que si, que habían aterrizado en la pista de la playa y que qué lástima que habían bajado los vientos porque no había podido terminar su vuelo. Su guía, quien inmediatamente se presentó y me dijo que se llamaba Pedro, se acercó a mi muy amablemente para decirme que “me quería devolver el dinero” porque él había calculado mal los vientos y no había podido darle el paseo completo a Andrés. Me impactó el profesionalismo de Pedro y su actitud. Le dije que por qué no le pagaba yo la mitad y me dijo que no. Me devolvió íntegro el dinero. Me dejó gratamente sorprendida….

Nos despedimos y nos deseó una feliz estancia en Perú.

 

Volví a abrazar a Andrés. Qué susto había yo experimentado hacía unos minutos y verlo “sano y salvo” me devolvía el alma al cuerpo….

 

Le platiqué sobre los señores que había yo conocido durante su vuelo y de todas las recomendaciones de restaurantes que me habían dado.

Ya casi era hora de comer y frente al parque estaba uno de los restaurantes de la lista, Punta y Sal, en donde podríamos comer los deliciosos cebiches y otras  muchas delicias peruanas.

 

Decidimos caminar un rato más antes de la comida para acabar de hacer hambre. Nos dirigimos rumbo al precioso hotel Marriott de Miraflores, ubicado frente al famoso centro comercial Larcomar.  Llegamos al centro comercial y nos informaron que estaba cerrado porque había habido un incendio recientemente y lo estaban remodelando, por lo que no pudimos entrar. 

 

Ya teníamos hambre, así que nos regresamos caminando directamente a Punta y Sal y vimos que el lugar estaba llenísimo. Afortunadamente, no tuvimos problema en conseguir una mesa. Nos sentamos y después de pedir agua mineral con limón para quitarnos la sed,  una inka cola que es el refresco más popular en Perú (para probarlo) y dos copas de vino blanco, nos trajeron los menus.

 

Me impactó lo extenso de la carta y la enorme variedad de platillos del mar. Martín, el amable mesero que nos atendió, después de verme con una “cara de confusión total”, se acercó a mi y me sugirió pedir un plato combinado para empezarme a dar una idea de la variedad de sus deliciosos platillos. El plato combinado traía una causa peruana rellena de cangrejo y palta, un cebiche de pescado con leche de tigre, camote y choclo, un cebiche con salsa de ají amarillo y unos tequeños acompañados de una mayonesa rosada.

Andrés, que es vegetariano, inmediatemente localizó en el menú un exquisito cebiche vegetariano hecho con corazones de alcachofa, espárragos y choclo en una salsa roja deliciosa y, además, pidió un arroz chaufa con verduras.

 

Comimos delicioso. Me encantó el bello colorido de los platillos y por supuesto, la frescura del pescado y las deliciosas salsas en cada uno de sus platillos. 

 

Todavía nos quedaba un lugarcito para el postre así que ordenamos un suspiro limeño, que es una especie de natilla de dulce de leche con merengue y dos cafés.

 

Salimos del restaurante y caminamos rumbo al Faro dentro del parque. Ya estaba más fuerte el viento y había mucho más gente volando en parapente. 

 

Tomamos fotos panorámicas, nos sentamos un rato a disfrutar del parque y de ver pasar a la gente y pedimos nuestro uber de regreso al hotel para descansar un par de horas antes de visitar por la noche el famoso Parque de las Aguas e ir a cenar a un restaurante que descubrió Andrés de “ensueño”, localizado en el barrio de San Isidro, muy cerca de nuestro hotel.

 

 

Continuará…..

 

País:México