Capítulo 7
Un evento totalmente inesperado nos lleva a cambiar nuestros planes de viaje….
El trayecto de regreso de la isla de Taquile a Puno duró como hora y media y Andrés se durmió todo el camino. Traía como temperatura y un agotamiento fuerte.
Llegamos a Puno, nos despedimos de Pei Inn e inmediatamente localizamos a Félix, quien estaba con el chofer esperándonos a nuestra llegada.
Nos ofrecían dejarnos en el centro para que conociéramos la ciudad pero le comenté a Félix que Andrés no se sentía bien y que preferíamos que nos llevaran al hotel para darle oxígeno y descansar.
Nos despedimos y acordamos que pasarían por nosotros al hotel para llevarnos al aeropuerto el día siguiente a las 9 y media de la mañana.
Volaríamos de Juliaca a Cusco a la 1 de la tarde y dado que el trayecto por carretera de Puno a Juliaca nos tomaba alrededor de hora y media, preferíamos salir temprano para llegar al aeropuerto con suficiente tiempo.
Inmediatamente al llegar al hotel avisé al Gerente en recepción que necesitábamos el tanque de oxígeno. Lo llevaron tan pronto lo solicitamos y Andrés lo usó por 15 minutos, como el día anterior.
En esta ocasión, Andrés no sintió gran mejoría. Seguía con temperatura, un malestar general, dolor de garganta, escalofríos y otros síntomas que no sabía explicarme.
Saqué mi botiquín y le di ibuprofeno para bajarle la temperatura y con el dolor de garganta, también decidí iniciarle un antibiótico de amplio espectro que llevaba, para intentar resolver los malestares, estabilizarlo y poder continuar el viaje.
Ya eran como las 10 de la noche y habían pasado un par de horas a partir de que le había yo dado los medicamentos a Andrés. La temperatura parecía no ceder, así que empecé a ponerle toallas mojadas con agua fría en la frente.
Tenía escalofríos y sudaba frío. Me pidió que lo abrazara porque no se sentía bien y no sentía ninguna mejoría….
Llamé a recepción y expliqué lo que le estaba pasando a mi hijo y que quería que me mandaran a un médico para que lo revisara. Que estaba yo ya preocupada y que lo necesitaba urgente.
La espera se me hacía eterna y yo veía mal a mi hijo. Empecé a rezar y a pedirle a Dios nos ayudara para poderlo atender y resolver esta situación. De repente me sentí literalmente “en el fin del mundo”.
Pasaron como 40 minutos, ya eran las 11 de la noche, cuando llegó el médico.
Tocó la puerta de la habitación y le abrí inmediatamente. Nos presentamos y le empecé a explicar los malestares de Andrés desde la isla de Taquile y los medicamentos que yo ya le había dado.
El doctor Eduardo Sotomayor Abarca es cardiólogo, internista y especialista en Medicina de Altura.
Empezó por tomarle signos vitales, le escuchó el corazón, le tomó la presión, le midió los niveles de oxígeno y la temperatura.
Todos los signos vitales estaban descontrolados. Tenía taquicardia, la presión elevada, los niveles de oxígeno bajísimos y la temperatura alta.
Estaba teniendo una reacción de desajuste total por la altura. Le estaba dando el “mal de las alturas”, mejor conocido como “mal de la montaña”.
Me dijo el doctor que a mucha gente que no vive en alturas elevadas le dan algunos malestares pero que uno de cada 100 tiene una reacción muy fuerte como la que estaba teniendo Andrés.
Inmediatamente el doctor solicitó el oxígeno a recepción y mientras se lo daba, le aplicó vía intravenosa una inyección con una sustancia corticoide para desinflamarlo.
Yo estaba en shock viendo como una “película de terror” y viviendo una “pesadilla”. Trataba de mantener la calma, pero realmente estaba super preocupada por Andrés.
El doctor me empezó a escribir una receta con el tratamiento a continuar por tres días más y me indicó que tenía yo que sacarlo ya de esas alturas para poder estabilizarlo.
Me preguntó mis planes de viaje y le comenté que al siguiente día teníamos programado volar a Cusco para pasar ahí 4 días, visitar Machu Picchu y volar a Lima para regresar a la Ciudad de México.
Claramente me indicó que era de alto riesgo volar a Cusco ya que esta ciudad se encuentra a 3840 metros sobre el nivel del mar y que Andrés no soportaría la altura. Que si queríamos seguir ese plan de viaje, deberíamos hospedarnos en otra población ubicada a una hora de Cusco, no recuerdo su nombre, pero que estaba a 2000 metros sobre el nivel del mar.
Que este plan nos garantizaría un 50% de probabilidad de recuperación de Andrés y que si empeoraba, podría yo hospitalizarlo ahí en una clínica.
Se me heló la sangre. Quería yo en ese momento salir corriendo y llevarme a Andrés a un lugar seguro. En ese momento decidí que regresaríamos a Lima, al nivel del mar para estabilizar a Andrés. En lugar de volar a Cusco, volaríamos a Lima.
El doctor me dijo que era la mejor opción y que me sorprendería cómo se recuperaría en un par de días al nivel del mar.
Le pagué al doctor y nos despedimos.
Eran las 12 de la noche y toda la situación que estábamos viviendo me parecía totalmente irreal. En unas cuantas horas, estábamos en una situación crítica, en un lugar totalmente remoto.
Andrés se sentía fatal. Yo “haciéndome la fuerte” buscando resolver la situación, empacando maletas y tratando de pensar con mucha claridad para hacer todos los cambios de viaje para sacar a Andrés de Puno “sano y salvo”.
Tan pronto se marchó el doctor empezó a hacer efecto el medicamento. Apagamos las luces para tratar de dormir un rato.
Pasó como hora y media de que el doctor se había ido cuando la tos de Andrés me despertó. No paraba de toser.
Prendí la luz para preguntarle cómo se sentía. Estaba sentado en su cama, pálido y aterrorizado con una toalla en las manos. Me dijo, “estoy bien mami y no quiero que te preocupes pero me está saliendo líquido con sangre cada vez que toso”.
Brinqué de la cama inmediatamente pidiéndole a Dios que nos ayudara y abracé a mi hijo. Marqué a recepción para explicar ahora lo que nos estaba pasando y que quería al médico nuevamente en calidad de URGENTE.
Eran como las 3 de la mañana. Me comunicaron con el doctor Sotomayor y le expliqué lo que estaba pasando y que necesitaba que viniera nuevamente a atender a mi hijo. El doctor muy amablemente accedió.
Los 45 minutos que tardó en llegar me parecieron como 3 horas. Yo sólo abrazaba a Andrés y rezaba. Estaba yo asustada. MUY ASUSTADA.
Cerca de las 4 de la madrugada llegó nuevamente el doctor Sotomayor. Revisó otra vez a Andrés.
Después de revisarlo me dijo “la altura le está afectando muy fuertemente a su hijo. De hecho, en un par de horas a desarrollado un edema pulmonar agudo. Es por eso que está tosiendo líquido porque se le están llenando de agua los pulmones”.
Procedió a darle un nuevo medicamento para atender el edema pulmonar y me dio tratamiento para un par de días más.
Inmediatamente me preguntó cuál era mi plan de salida. Le dije que ya había yo checado vuelos y salía a Lima uno a la 1 de la tarde. Me dijo, “muy bien, se tiene que regresar a Lima para estabilizar a su hijo y ese horario de vuelo está bien”. Lo controlaremos con medicamento pero es INDISPENSABLE que regrese al nivel del mar.
Yo quería llorar y “despertar de la pesadilla”, pero entendí que lo que tenía que hacer era ACTUAR para resolver todo lo que venía por delante y asegurarme que Andrés estuviera bien.
Me dijo que Andrés no debería de hacer ningún esfuerzo físico hasta recuperarse. Ni siquiera cargar su backpack, pero que en unos días estaría perfecto….
Me hizo una nueva receta y un justificante médico para que pudiera yo cambiar el vuelo a Lima sin una penalización muy costosa por parte de la aerolínea.
El doctor me abrazó y me dijo que “todo estaría bien” y que qué bueno que le había yo llamado porque el tratamiento que le acababa de aplicar le ayudaría para poder viajar y regresar a Lima.
Le pregunté cuánto le debía y el doctor me dijo “nada señora”. Esto va por mi cuenta y su hijo va a estar bien. Mejor deme su número de celular y su correo electrónico porque mi hijo visitará próximamente la Cd. de México ya que asistirá a un curso de endocrinología y me encantaría que tuviera a “alguien conocido” por si se le ofrece algo.
Por supuesto le di todos mis datos al doctor y después de darle las gracias y otro abrazo, nos despedimos.
Cuando se fue el doctor eran como las 5 de la mañana. Yo estaba reorganizando en mi mente el viaje y buscando las alternativas para salir rumbo a Lima.
Recuerdo haberle enviado a mi amiga Vivi, mi agente de viajes, varios mensajes por whatsapp a esa hora pidiéndole su ayuda para cambiar mis vuelos y para conseguir un nuevo hotel para llegar en Lima.
Su teléfono estaba apagado y no me contestaba.
Andrés me buscó el teléfono de Latam en Perú y logré comunicarme con ellos. Después de hablar con ellos un buen rato y mandarles la foto del justificante médico que me había dado el doctor, logré que por una tarifa razonable, me cambiaran los vuelos de Juliaca a Lima y me dejaran el regreso de Lima a Cd. de México tal y como estaba, 4 días después. Me dieron una clave de confirmación del cambio, la cual tenía que mostrar en el aeropuerto. Todo este trámite me tomó cerca de dos horas resolverlo.
Nos vestimos y le pregunté a Andrés si creía que podía o quería comer algo de desayuno antes de irnos al aeropuerto. Me dijo que tomaría un té y un pan tostado para no irse con el estómago vacío.
Yo no tenía hambre pero me forcé a comer algo. Yo tenía que estar fuerte para resolver todo lo que tuviéramos que enfrentar hacia adelante el resto del viaje….
Mientras desayunaba sonó mi teléfono. Era Vivi. Acababa de leer sus mensajes y estaba consternada de lo que Andrés y yo estábamos viviendo.
Vivi es una gran amiga y sólo con hablar con ella me sentí acompañada, querida y apoyada en estos momentos tan desafortunados.
Le expliqué que ya había yo conseguido cambiar los vuelos pero que necesitaba tener un hotel ya reservado para aterrizando en Lima llevar a Andrés inmediatamente para que descansara y pudiera recuperarse.
Vivi es una profesional y después de darme palabras de aliento, colgamos e inmediatamente se puso a la tarea de conseguirme un hotel en Lima.
Llegaron Félix y el chofer a las 9 y media de la mañana, como habíamos quedado para llevarnos al aeropuerto. Cuando nos subimos a la camioneta les expliqué lo que había sucedido durante la noche y nuestro cambio de planes.
Estaban preocupados y sorprendidos.
Me preguntaron qué médico había atendido a Andrés y les comenté que el Dr. Eduardo Sotomayor Abarca. Inmediatamente me dijeron que estábamos en buenas manos y era el mejor médico de Puno.
En el trayecto por carretera entre Puno y Juliaca sonó el teléfono de Félix. Era la operadora de tours de Cusco y Machu Picchu. Vivi le acababa de avisar que ya no haríamos esa parte del viaje por una “situación médica” y quería solicitarles la devolución del dinero que ya había yo pagado por el hotel en Cusco y por el viaje a Machu Picchu.
Le pidió a Félix hablar directamente conmigo. Le expliqué lo sucedido y le comenté que no haríamos esa parte del viaje por indicación médica. Yo ya le había mandado la foto del justificante a Vivi y ella ya se lo había mandado a ellos.
La señorita me entendió y me dijo que “harían lo posible por tratarme de devolver parte del dinero ya pagado”. Le di las gracias y le colgué. En ese momento, mi prioridad era sacar a Andrés de Juliaca y llevarlo a Lima a descansar, para no tenerlo que hospitalizar.
Llegamos al aeropuerto de Juliaca. Andrés se sentía un poco mejor. Tosía mucho menos y ya sin líquido.
El chofer se estacionó y Félix me acompañó a documentar mientras Andrés nos esperaba sentado en un cafecito del aeropuerto.
Cuando llegué a documentar y di la clave que me habían proporcionado con los cambios de vuelo, la señorita del mostrador me dijo que el vuelo en el que nos habían puesto era a Lima, pero vía Cusco!!!!!!!
No lo podía yo creer. Después de hablar dos horas con Latam para cambiar los vuelos, mandarles el justificante médico y acordar que la prioridad era sacar a mi hijo de las alturas para volar directamente al Lima, la señorita que me había atendido en el teléfono insistía que yo había aceptado volar en un vuelo a Lima pero vía Cusco. De verdad era ABSURDO.
Lo más increíble es que 10 minutos después había un vuelo directo de Juliaca a Lima. Le pedí que nos pusiera por favor en ese vuelo y me insistió que no podía y que llamara yo a un teléfono 1 800 para explicarles la situación.
Me fui al teléfono público y después de hablar como por 40 minutos con 3 personas totalmente incapaces de resolver la situación, me di por vencida y colgué.
Me cobrarían como 400 USD por persona y ni modo, los pagaría pero saldría yo con mi hijo de ahí directo a Lima.
Eran ya las 12 y media del día. Me volví a formar para documentar mis maletas y pagar lo que fuera para volar a Lima. Félix me acompañó en silencio todo este tiempo. No quiso dejarme sola hasta vernos partir. Llegué nuevamente al mostrador y me tocó una nueva señorita. Le expliqué todo lo sucedido y sin dudarlo y sin cobrarme extra me dijo “váyase tranquila señora que los pongo a usted y a su hijo en el vuelo directo a Lima”.
La abracé y le di las gracias por entender la situación y por RESOLVER. Le prometí enviar una felicitación a Latam por tener a una persona en mostrador con enfoque de servicio al cliente y sentido común. Por supuesto, lo hice en la primera oportunidad que tuve.
Quedaban ya pocos minutos para iniciar el abordaje. Fui por Andrés que no sabía qué pasaba y nada más me veía , a distancia, ir de un lugar a otro.
Nos despedimos de Félix a quien le dimos las gracias, un fuerte abrazo y una buena propina por todo el apoyo y cariño recibido durante nuestra estancia en estas lejanas tierras. Nos abrazó fuertemente y nos deseó un viaje seguro de regreso a Lima y a casa.
Pasamos seguridad y llegamos a nuestra sala de abordar.
En la sala estaban varios de nuestros compañeros del tour del día anterior. Ahí estaba nada más y nada menos que Pei Inn, mi nueva amiga de Singapur. Corrí a abrazarla y a platicarle lo que habíamos vivido durante la noche y madrugada. No lo podía creer. Varios del tour nos escuchaban sorprendidos y nos comentaban sobre sus molestias con la altura, pero estaban muy impresionados con lo que había vivido Andrés.
De alguna forma “me sentí en casa” al ver “caras conocidas”. Ya no estaba totalmente sola “en medio de la nada” enfrentando la pesadilla.
Andrés traía mejor cara y había casi dejado de toser.
Estando en la sala de espera recibí un whatsapp de Vivi. Ya tenía yo garantizada nuestra reservación de hotel en Lima, en un hotel enfrente del que nos habíamos hospedado unos días antes, en la zona de San Isidro, de la misma cadena y con mejor tarifa que la que me había conseguido a mi llegada.
Ya teníamos a dónde dirigirnos en Lima para llegar a descansar.
Mientras nos llamaban a abordar, aproveché para mandarle un whatsapp a mis hermanos y papás para comentarles que a Andrés “le había caído un poco mal la altura” y que nos regresábamos a Lima en lugar de volar a Cusco y les di los datos del hotel. No les di detalles porque no los quería preocupar.
Finalmente nos llamaron a abordar.
Subimos por la escalinata del avión y ya no volteamos para atrás. Andrés y yo lo que queríamos era salir de las alturas ya.
El avión despegó a tiempo. Andrés iba dormido y yo sólo viéndolo y asegurándome que no tuviera calentura. Tosía muy poco.
Yo aunque moría de sueño estaba alerta. No me dormí. Sólo cuidé el sueño de Andrés.
Aterrizamos en Lima sin contratiempos. Andrés estaba mejor.
Bajamos del avión y nos despedimos, ahora si de Pei Inn. Ella volaba ese mismo día a Londres y de Londres a Singapur! Le faltaban una barbaridad de horas para llegar a su casa. Nos abrazamos y prometimos mantenernos en contacto.
Recogimos el equipaje y yo arrastré las dos maletas, mi bolsa y el backpack de Andrés hasta el puesto del “Taxi Seguro”. Compramos nuestro traslado rumbo al hotel e inmediatamente nos llevaron al taxi.
Sin duda, Andrés se sentía mejor, el oxígeno le estaba entrando ahora si como debía y tenía mejor color.
Nos tocó un taxista muy conversador. Hablaba hasta por los codos y quería llevarnos de paseo los siguientes días. Le expliqué lo que nos había pasado y me dijo “mire señora, lo que su hijo necesita es comerse un buen caldo con kion (jengibre) en una Chaufa (restaurante de comida China)”. Eso lo va a ayudar a recuperarse.
Después de entregarme su tarjeta, nuestro taxista nos dejó en el hotel. Nos registramos y nos fuimos a la habitación. Moríamos de hambre. Andrés buscó por internet un lugar cercano para comer. La hora era fatal porque ya había pasado la hora de la comida (de 1 a 3 en Perú) y aún no era la hora de la cena. Encontró una trattoria italiana abierta y nos fuimos a comer. Pedimos una ensalada caprés para compartir y cada quien pidió una pasta. Comimos muy hambreados. Estábamos exhaustos. Pedí la cuenta y a los 5 minutos de haber pagado nos recogió nuestro uber para llevarnos al hotel.
Nos lavamos los dientes y nos pusimos las pijamas. Le di a Andrés sus medicinas puntualmente tal y como me lo había indicado el doctor.
Nos acostamos antes de las 8 de la noche. Hemos de haber dormido como 14 horas seguidas. Nos sentíamos “a salvo” y estábamos tan agotados de lo que habíamos vivido que dejamos que el cuerpo durmiera lo que necesitaba.
Yo me desperté primero, como a las 10 de la mañana. Andrés seguía dormido. No había tosido toda la noche, lo que para mi era muy buena señal.
Chequé los mensajes en mi teléfono y encontré mensajes de Vivi y de mis hermanos dándome seguimiento.
En ese momento le mandé un mensaje al papá de Andrés para contarle lo que había pasado e informarle que estábamos en Lima.
Continuará……..
- México
Así es Cristi. Cuando enfrentamos una crisis y tenemos que “hacer un cambio de planes” lo importante es ACTUAR para resolver la situación.
Guao mi Caro! Lo importamte es que tomaste acciones que llevaron a que Andrés mejorara de inmediato! Aceptaste la situación y manos a la obra!
De acuerdo Amparín. Todas las experiencias suman a nuestros aprendizajes de vida.
Qué difícil Carito. Sin embargo esto te demuestra que la adversidad te fortalece?