Acompáñenme a seguir recorriendo Lima, por sus diferentes barrios incluyendo una visita en domingo a su bellísimo Centro Histórico y a Barranco.

 

Capítulo 3

Un delicioso fin de semana en Lima..

 

Llegó el uber por nosotros y nos llevó al hotel. 

Habíamos caminado todo el día así que estábamos cansados y tan pronto pusimos la cabeza en la almohada, nos dormimos profundamente.

 

Me tomé como dos horas de siesta y me desperté renovada. El plan  por la noche era visitar el famoso Parque de la Reserva, mejor conocido como Parque de las Aguas”para ver las fuentes e iluminación de colores y después ir a cenar.

 

Llegamos al Parque de las Aguas alrededor de las siete de la noche. Ya había obscurecido y había  gente haciendo fila para comprar su boleto y entrar.

Antes de bajarnos del uber, el chofer nos advirtió que tuviéramos cuidado con los carteristas porque el parque se llenaba de gente y que de preferencia “yo no hablara” porque se notaba a leguas  que era extranjera y eso “no convenía” porque podrían intentar robarme la cartera.

 

Nos dejó en la esquina del parque y empezamos a caminar rumbo a la entrada. Yo con la bolsa de frente y con la boca cerrada para “no llamar la atención”. Pagamos nuestras entradas e ingresamos al parque.

 

Había música, fuentes iluminadas con juegos de agua, venta de comida y familias enteras paseando y disfrutando de la noche. Incluso, encontramos parejas de novios tomándose fotos en las diferentes fuentes.

 

Las fuentes con diseños únicos, luces y música proporcionaban un ambiente festivo. Caminamos alrededor del parque como una hora disfrutando las fuentes y la iluminación. 

 

Ya teníamos hambre y Andrés había visto ya algunas opciones de restaurantes para cenar. Después de sentarnos en una banca a platicar sobre las posibilidades, decidimos probar el restaurante Lima 27 revisamos los reviews y la carta y nos pareció interesante y estaba, además, cerca del hotel en el barrio de San Isidro.

 

Salimos del parque, esperamos como cinco minutos y pasó el uber por nosotros.

Nos llevó directo a Lima 27.

 

Llegamos sin reservación y afortunadamente no tuvimos problema para que nos asignaran una mesa. Nos pasaron al bar mientras preparaban nuestra mesa y antes de que pudiéramos ordenar nuestras bebidas la hostess del restaurante nos pasó a nuestra mesa.

Todo el ambiente del restaurante con un diseño modernista contemporáneo y único.

Llegó nuestro mesero, el cual muy amablemente se presentó con nosotros y nos dijo que se llamaba Ramiro y que él nos atendería durante la cena.

 

Primero nos trajo los menus de bebidas. La iluminación era muy baja, así que saqué mi celular y de plano prendí la linterna para poder leer la carta.

 

La bebida tradicional de Peru es el “pisco sour” y yo iba con la idea de pedir uno pero en el Lima 27 ofrecen una variantes con un twist interesante, así que me decidí por un pisco sour de piña con romero y Andrés probó un pisco sour de cítricos. Pedimos además, nuestra agua mineral con gas.

 

Llegaron nuestras bebidas y junto con ellas, un costalito con panecillos recién horneados con diferentes sabores y mantequillas aromatizadas. 

Inmediatamente empezamos a probarlos. De verdad deliciosos. 

Mi pisco sour de piña y romero estaba más rico que el de cítricos. Esta bebida es fuerte, así que nos la fuimos bebiendo poco a poco y durante la cena.

 

Después de leer el menú decidí pedirle a Ramiro, nuestro mesero que me recomendara qué probar. Me sugirió un trío de cebiches como entrada y un arroz meloso con langostinos.

Andrés eligió una ensalada de tres quínuas (no quinoas como decimos en México), con jitomates cherry rostizados y de segundo plato unos gnoquis al pomodoro.

 

De verdad, exquisitos nuestros platillos y extraordinario el servicio de Ramiro. Disfrutamos esta cena divinamente. La comida, el ambiente y la atención maravillosa de un mesero que se esmeró en brindarnos un servicio de excelencia y dejarnos satisfechos.

 

Ya casi no teníamos espacio para el postre pero queríamos probar alguna delicia  dulce local así que muy atinadamente Ramiro nos recomendó cerrar la cena con unos deliciosos bombones de chocolate obscuro rellenos de lúcuma, la cual es una exquisita fruta originaria de Perú que tiene un delicioso sabor y una textura “aterciopelada” que, junto con el chocolate te provoca una “explosión en la boca”.

 

Pedimos la cuenta y Ramiro nos trajo junto con la cuenta, su teléfono por si se nos ofrecía cualquier cosa durante nuestra estancia en Lima y el teléfono de un amigo de él que es guía de turistas en Cusco, para que si queríamos nos pusiéramos en contacto con él cuando llegáramos a esta ciudad y nos diera un tour personalizado.

Nos encantó este detalle y después de dejarle una buena propina y sacarnos una foto con Ramiro, nos despedimos y nos regresamos caminando al hotel que quedaba a un para de cuadras de Lima 27.

 

Dormimos como piedras.

 

Nos despertamos como a las ocho de la mañana, nos arreglamos y bajamos a desayunar al buffet.

 

Era un domingo esplendoroso. Nuestro plan era pasar la mañana recorriendo el Centro Histórico de Lima, así que nos fuimos rumbo a la Plaza de Armas. 

Intentamos llegar a la Plaza de Armas pero varias calles estaban cerradas por alguna marcha de grupos indígenas. Así que nos bajamos en donde pudimos y nos fuimos caminando.

 

El Centro Histórico de Lima me causó una excelente primera impresión. Limpio, todos los edificios bien pintados y la arquitectura colonial realmente hermosa.

La Plaza de Armas con jardineras arregladas y decoraciones navideñas.

 

Alrededor de la Plaza de Armas está la Catedral, el Palacio de Gobierno y otros edificios históricos. Todos, de una enorme belleza. Después de visitarlos y tomarnos muchas fotografías nos fuimos a conocer la Basílica del Rosario y el Santuario de Santa Rosa. En el camino nos encontramos con el Museo de la Gastronomía ubicado en el Edifico de Correos. La entrada era libre y el edificio una joya. Sólo estaba abierta al público una sala temporal en donde se mostraba  el cacao como un producto típico del Perú. 

 

El sol de medio día estaba intenso y ya habíamos caminado un buen rato. Teníamos mucha sed así que buscamos un lugar en donde tomar alguna agua refrescante. 

Encontramos una cafetería local y preguntamos si tenían alguna bebida refrescante, que no fuera una soda y nos ofrecieron agua de chicha. Inmediatamente me acordé que esta recomendación me la había dado el guardia de seguridad con el que había yo platicado el día anterior durante el vuelo en parapente que había tomado mi hijo, así que ordenamos dos vasos de agua de chicha y dos botellas de agua.

 

A la vista, el agua de chicha es igualita a nuestra mexicana “agua de flor de jamaica” de un color rojo guinda, pero el sabor es totalmente diferente.

Pregunté a la mesera que de qué era el agua de chicha y me explicó que ponían a hervir el choclo (maíz) negro y le agregaban membrillo, manzana, clavo, canela, azúcar y unas gotas de limón, después lo colaban y lo enfriaban.

 

Nos gustó el agua de chicha. Muy diferente a cualquier bebida que hubiera yo probado antes, refrescante, un poco dulce para mi gusto, pero definitivamente nos quitó la sed.

 

Descansamos como 45 minutos y decidimos tomar otro uber para visitar el Museo Larco que se encuentra bastante alejado del Centro Histórico pero que era, de acuerdo a todas las recomendaciones que teníamos, uno de los “mejores museos de Lima” que no nos podíamos perder.

 

A pesar de que era domingo, el tráfico era intenso. Fácilmente tardamos como 40 minutos del Centro Histórico al Museo Larco

El museo es una construcción pintada de blanco llena de bugambilias de todos los colores. Hay una reja con un policía en la entrada, que te abre la puerta cuando le dices que vas a visitar el museo.

 

El lugar es bellísimo. Lleno de flores y plantas de diferentes tipos. En la entrada del museo te ofrecen un refrescante vaso de agua con rodajas de naranja que, con el calor que hacía, nos encantó.

Pagamos nuestras entradas e iniciamos nuestro recorrido.

Este museo tiene una colección extraordinaria de piezas Incas y de otras culturas prehispánicas del Perú.

La colección de piezas de oro y plata es extraordinaria, la cerámica muy fina y el museo realmente bello.

Quedé maravillada de lo que vi. Realmente me sorprendió el refinamiento y nivel de desarrollo de la cultura Inca y la magnífica colección de piezas que integra este museo.

 

Ya era hora de comer y decidimos probar el restaurante del Museo Larco, el cual  está ubicado en una bella terraza rodeada de jardines.

 

Pedimos de beber agua mineral con gas y limón para quitarnos la sed.

Mi elección para comer fue un delicioso cebiche. De verdad los cebiches peruanos son a mi juicio, los mejores del mundo. Exquisitos por la frescura y calidad del pescado y la creatividad de las salsas con las cuales los sazonan.

Andrés pidió una entrada de quinua y una ensalada con queso de cabra.

De postre pedimos un mousse de lúcuma y dos cafés americanos.

 

El ambiente del Café del Museo Larco es bellísimo y la comida muy buena. Disfrutamos mucho las vistas, la tranquilidad de los jardines y por supuesto, nuestros platillos.

 

Acabando de comer y después de visitar la tienda del museo, nos fuimos al hermoso y bohemio barrio de Barranco, para pasar la tarde y disfrutar de un bello atardecer.

 

 

Continuará…..

 

 

 

 

 

 

 

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