La ansiedad no es del todo mala, ella cumple una función específica en tu vida, aparece como una respuesta de anticipación involuntaria del organismo frente a ciertos estímulos, que pueden ser tanto internos como externos, (imágenes, pensamientos rumiantes, ideas, etc) que son percibidos como peligrosos o amenazantes.
Se trata de una señal de alerta de peligro inminente, por lo que se desarrollan síntomas somáticos de tensión (sudoración, temblor, taquicardia, falta de aire, entre otros), con los que la persona que los sufre se ve obligada a adoptar las medidas necesarias para enfrentarse a esa supuesta amenaza.
La ansiedad no patológica, o conocida como la ansiedad adaptativa se desarrolla, antes determinadas situaciones de la vida cotidiana y constituye una respuesta habitual a situaciones estresantes. Por lo que, la existencia de cierto grado de ansiedad es normal y hasta necesaria para poder cumplir las demandas cotidianas del medio ambiente que nos rodea.
Cuando ésta sobrepasa los límites normales y se refleja con mayor intensidad produciendo desequilibrio en las respuestas habituales ante las situaciones estresantes que se nos presentan a diario, es cuando la ansiedad se puede convertir en patológica y vendrá acompañada de síntomas físicos, psicológicos y conductuales muy inespecíficos.
Diferencia entre la ansiedad normal y la ansiedad patológica
La ansiedad normal es adaptativa, pues le permite a la persona responder de forma adecuada y equilibrada ante los estímulos reales o potenciales que se le puedan presentar (nunca serán imaginarios o inexistentes). La respuesta será proporcional, tanto cualitativa, como cuantitativamente, en tiempo, duración e intensidad.
La ansiedad patológica, por su parte, se convierte en respuestas intensas y desproporcionadas del organismo ante estímulos que no necesariamente sean reales o potenciales, podrán ser imaginarios y terminarán por desencadenar síntomas que interferirán en el funcionamiento eficiente del individuo, que podrán disminuir su rendimiento e incluso convertirse en incapacitantes.
Por lo tanto…
Tener ansiedad podría considerarse un privilegio, pues ella generalmente aparece cuando las cosas no están funcionando como debieran en tu vida y te niegas a ver que has venido actuando de una manera equivocada durante un tiempo prolongado, surge porque te niegas a escuchar tus sentimientos y no eres capaz de aceptarlos, así que decides luchar contra ellos.
Cuando esto sucede, debes hacer un alto, dejar de pelear contra lo que sientes y buscar la forma de dejarte fluir.
Ha llegado el momento de recuperar tu paz interior, tu equilibrio, aceptarte como eres, con todo lo que eso implique.
Sentir ansiedad puede ser algo positivo, cuando se trata de una ansiedad adaptativa, pero cuando esta se vuelve patológica, tu vida puede convertirse en un infierno.
Es sumamente frustrante y doloroso estar sometido a estados constantes de estrés y miedo sin saber por qué. Y peor aún, es encontrarte rodeado de personas que creen que es una situación que puedes controlar fácilmente, bastando solo, según ellos, fuerza de voluntad, cuando es algo que te supera por completo.
¿Qué le sucede a tu cerebro cuando la ansiedad se apodera de tu vida?
Cuando nos encontramos sometidos a estados constantes de ansiedad, nuestro cerebro comienza a sufrir las consecuencias.
1.- Disminución de la capacidad de tomar decisiones.
El cerebro de las personas ansiosas puede llegar a verse imposibilitado de tomar decisiones, sean estas acertadas o equivocadas, lo que se verá reflejado en una incapacidad de resolver problemas o conflictos y de avanzar. Dejándonos en una especie de estancamiento.
2.- Pérdida de la capacidad de discernimiento.
Las neuronas de tu cerebro, generalmente, saben discernir entre cuáles son las amenazas reales y cuáles son las imaginarias. Debido a los estados frecuentes de ansiedad, las neuronas van perdiendo esa capacidad y mientras más tiempo la sufras, el daño se hará cada vez más profundo.
3.- Aparición de problemas de memoria y de concentración.
Al cerebro estar ocupado en las constantes consecuencias catastróficas de problemas irreales o no, nuestra calma se verá dramáticamente interrumpida, por lo que surgirán problemas de concentración, así como de guardar en la memoria los eventos recientes.
4.- La oxigenación del cerebro disminuye dramáticamente.
La angustia no puede catalogarse únicamente como un estado emocional, puesto que también puede repercutir en nuestro estado físico. Al arrojar síntomas sobre nuestro cuerpo, el pecho se encoge, la sangre corre más rápido y por tal motivo, hace que disminuya dramáticamente la oxigenación del cerebro.
5.- Agotamiento.
Al encontrarse constantemente, enviando señales de alerta, relajándose y luego volviendo a enviar señales de peligro e intentando calmarse, inmerso en un ciclo que nunca acaba, tu cerebro terminará por agotarse.
6.- Segregación de exceso de cortisol.
Al sentir que te encuentras en riesgo constantemente, el cerebro estará segregando cortisol de manera continua, por lo que podrá darse la existencia de problemas metabólicos con la consecuente subida de peso.
3 sugerencias para manejar las preocupaciones de manera eficaz
Es obvio que nadie desea tener un cerebro ansioso, que todos queremos ser capaces de poder manejar de forma eficiente los diferentes obstáculos que se nos presentan en la vida, ser saludables y resistentes, pero para ello, debemos aprender a manejar de forma eficaz nuestras preocupaciones y mantener a raya la ansiedad.
Pocas realidades psicológicas pueden ser tan agotadoras y dolorosas como esta condición.
Por tal motivo, te compartimos algunas sugerencias para manejar eficazmente las preocupaciones:
1.- Establece un determinado tiempo para las preocupaciones, podría ser 15 minutos por la mañana, 15 minutos por la tarde, no más.
Durante este tiempo, podremos pensar en aquello que nos preocupa, pero no se tratará de pensamientos estériles, sino de pensamientos que nos conduzcan a encontrar soluciones efectivas.
El resto del tiempo, no permitiremos la entrada de las preocupaciones, simplemente nos repetiremos: “este no es el momento para pensar en ello”.
2.- Utiliza los recuerdos positivos como anclajes.
Las preocupaciones llegarán a nosotros sin que demos por ellas, se instalarán en nuestros pensamientos, si lo permitimos.
Cuando aparezcan, debemos ser capaces de detenerlas y una forma efectiva de hacerlo es utilizando los recuerdos positivos como anclajes.
En tal sentido, cuando la preocupación haga su aparición, podremos utilizar visualizaciones relajantes, evocar algún recuerdo o sensación agradable.
3.- Ser perseverante.
Llegar a tener la capacidad de controlar nuestras preocupaciones, puede llevarse algún tiempo, por lo que es necesario fuerza de voluntad, continuidad y empeño.
No es nada sencillo intentar domar la mente o calmar a un cerebro ansioso, pero puede lograrse. Se puede apagar la angustia. Solo debemos añadir nuevas ilusiones a nuestra vida, practicar ejercicio físico, poner en práctica estas sugerencias y especialmente, ser perseverante.
La calma terminará por llegar a ti, ofreciéndote disfrutar de una relajante paz interior.
Fuente:
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¿Tienes un cerebro ansioso? ¿Qué consejos podrías dar para lograr calmarlo?
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