La comunicación es vital en cualquier proceso de interacción humana, y con mayor razón lo es dentro de la dinámica familiar.

 

La tarea educativa es ardua y quizá por eso tantos padres tiran la toalla a medio camino. Lo importante es que como padres se esfuercen por definir qué es lo que buscan conseguir en sus hijos y trabajar juntos para llegar  a esa meta. La educación es efectiva cuando existe una excelente comunicación, nuestros hijos se sienten escuchados por los padres y viceversa.  El diálogo y la comprensión de los sentimientos estimulan la mejora en el comportamiento de los hijos  y facilitan la convivencia.

Es más fácil capacitar para ser médico que para ser padre, a lo que se agrega una dificultad adicional; no basta con ser buen padre, hay que ser buen padre de cada hijo en específico con sus características, carácter y temperamento propio.

Entonces, ¿qué debemos hacer? La receta es simple y se sustenta en una premisa conocida por todos: “Lo bueno y breve, dos veces bueno”. Si los padres queremos que nuestros hijos comprendan nuestro punto de vista, éste debe de ser expuesto lo más claramente posible. Mensaje concreto y claro, los sermones no sirven de nada.

Para desarrollar positivamente la comunicación, el diálogo familiar y la educación, el  ejemplo es clave y por lo mismo es importante que los padres se esfuercen por ser el mejor ejemplo posible para sus hijos y que cuando se equivoquen, se atrevan a reconocer que se equivocaron y estén dispuestos a pedir perdón.

Muchos padres creen que eso los hace perder autoridad, pero resulta ser todo lo contrario ya que los hijos aprenden que los padres son personas y como tales se pueden equivocar. Esto hará a largo plazo, (recuerden que el proceso educativo y formativo no termina NUNCA), que los hijos sepan que se pueden equivocar,  que asuman las consecuencias de sus actos con responsabilidad y libertad y lo más importante NO aprendan a valorar el orgullo y la tozudez, sino todo lo contrario.

Aunque no le digamos a nadie yo sé que mi estimado lector sabe y ha pasado por la áspera experiencia de tener que pedir disculpas. Puede ser terrible, duro, humillante, pero que bien nos hace cuando conscientes de que nos hemos equivocado, pedimos disculpas.  Nos hace libres y qué mejor sentimiento que la libertad? Esa es la verdadera libertad aquella que nos da dominio sobre nosotros mismos. Sé que no tengo que explayarme más al respecto porque cada uno sabe lo grata que es esa sensación de satisfacción cuando hacemos las cosas bien, verdad?

  • Continuará…

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