Muchas veces he dicho que, en general, lo más importante no es lo que hacemos, sino desde dónde hacemos lo que hacemos.
Todos tenemos muchas obligaciones cotidianas, creadas por nuestro estilo de vida, el trabajo, las necesidades relacionales, etc…Muchas de ellas nos gustan y las hacemos con placer y disfrute, pero otras no. A nadie le gusta TODO de su trabajo, o de su pareja, de la educación de sus hijos, del estilo de sociabilidad escogido, etc…
Y cuando hacemos algo por obligación, sin ganas, deseo ni disfrute, se convierte en una carga. Si, por educación o por habernos generado ciertas necesidades, vivimos en exceso haciendo cosas que no nos gustan y que en el fondo rechazamos, nuestra vida puede llegar a convertirse en un pesado lastre que arrastramos de forma continua.
Muchas personas fueron educadas en un saludable sentido de la responsabilidad, del deber, que ayuda a hacerse cargo de lo que es necesario hacer en esta vida, nos guste o no. Pero cuando esta cualidad se exacerba, se exagera, llega un momento en que todo lo que hacemos lo hacemos DESDE ese lugar, desde el DEBER. Y la vida empieza a dejar de ser divertida.
Demasiadas personas viven demasiado en el deber, en el tener que…, etc… haciendo cosas que en el fondo no quieren hacer.
Para eso necesitamos mucha fuerza de voluntad, que nos permite sobrevivir, pero no nos ayuda a vivir bien, nos desgasta. Y necesitamos de esa fuerza interior porque hay otra fuerza en sentido contrario, que no quiere hacerlo.
Es una cuestión de pura física: Esa fuerza de Voluntad necesariamente tiene que ser más fuerte que la fuerza interior que no quiere hacerlo, o prefiere postergarlo. Si no lo es, la fuerza interior que se resiste, que no quiere hacerlo vencerá, y dejaremos de hacer eso que tenemos que hacer. Y esa fuerza en sentido contrario no es otra cosa que una conversación interna nuestra que camina en sentido contrario. Que confronta el deber con el querer. Y estamos permitiendo, e incluso fomentando, esa lucha interior que solo nos desgasta, nos deja debilitados y, peor, predispuestos a hacer eso que tenemos que hacer.
Cuando hablo de los Principios Básicos de vivir en el Centro, y ser seres poderosos, menciono que el primero es, precisamente, el Principio de Aceptación de la Realidad.
Hay cosas que, efectivamente, todos tenemos que hacer. Pero cuando es así, si logramos aceptarlo, además de tener que hacerlas, aceptamos hacerlas, decidimos conscientemente querer hacerlas, y así, esas mismas cosas se hacen inmediatamente más livianas y llevaderas.
Es decir, cuando anulamos esa fuerza que no quiere hacer, esa conversación interna, y ya no hay ninguna fuerza en contra, solo necesitamos la voluntad de hacer las cosas, sin fuerza.
Porque una vez que aceptamos hacer lo que hay que hacer y abandonamos la resistencia de no querer hacerlo, la tarea se aliviana, deja de ser una fuente de malestar y rechazo, puedo mantener mi alegría y, lo más importante, desde esa aceptación, casi siempre es más fácil cambiar aquella parte de la realidad que sí podemos cambiar.
Cuando hay verdadera voluntad de hacer algo no necesitamos la fuerza de voluntad.
La voluntad sola es suficientemente poderosa por sí misma.
Siempre he dicho que somos seres muy poderosos, pero regalamos ese poder a esa voz interior, a ese “asesor interno” que se queja de lo que hay que hacer, o a esa realidad que no nos gusta, y en lugar de ayudarnos, nos quita energía para afrontar esa realidad y hacer lo que hay que hacer. Nos debilita. Y al final, como no puede ser de otra manera, nos toca hacer lo que teníamos que hacer pero desde esa debilidad, nos da rabia, nos frustra, nos agota, nos genera rencor con la vida y nuestras circunstancias.
Vivir aceptando la realidad implica no desgastarse en el Hubiera, que nos ancla en renegar de un pasado que no nos gusta, ni en el Debería, que nos ancla en pedir al futuro que sea como yo quiero que sea. Ambas nos hacen percibir el Presente desde el rechazo, la negación y la frustración.
Una buena metáfora física sería el Tai-chi, que es una técnica que no se confronta con lo que se encuentra, sino que aprovecha siempre la energía del atacante en su propio beneficio, sin perder nunca su centro.
Vivir siempre en el deber permanente, y no en el gozo, no nos hace felices, aunque logremos lo que nos proponemos. Nos puede hacer responsables, pero no felices.
Para conseguir ambas cosas, hay que cambiar el Deber por el Querer. No hay fuerza más poderosa en este mundo que lo que hacemos porque queremos. Todos somos más eficientes cuando trabajamos con entusiasmo, y no solo por Deber. Y, desde luego, nadie logra entusiasmarse solo porque debe hacerlo.
Por eso somos tan eficientes, tan buenos y tan perseverantes cuando estamos trabajando en un hobbie, en algo que nos apasiona de verdad.
Y como no soy ningún ingenuo, sé, al igual que ustedes, que todos tenemos deberes y obligaciones que cumplir en nuestra vida, nos gusten o no. Por ello, el gran truco radica en:
- Conseguir querer hacer lo que debemos hacer.
- Ya que tengo que hacerlo, decido querer hacerlo.
Cuando queremos hacer las cosas de verdad, el esfuerzo es solo físico, pero no mental ni emocional, y podemos gozarlo mientras estamos actuando.
En la vida, cuando nacemos, nos reparten cartas para jugar con ellas, y no es buena actitud, para sacar el mayor rendimiento al juego, pasarse la vida renegando de las cartas que nos tocaron en suerte.
Por ello, y concluyo, recuerdo una vez más que:
- Solo podemos cambiar la realidad a partir de diferenciar y actuar sobre lo que está en nuestras manos, y aceptar y adaptarnos a lo que no está en nuestras manos.
- Y hacerlo, además, desde una emocionalidad positiva, que nos permita hacerlo todo desde el querer, desde la voluntad.
Recomendaciones
Por ello, y concluyo, recuerdo una vez más que:
- Solo podemos cambiar la realidad a partir de diferenciar y actuar sobre lo que está en nuestras manos, y aceptar y adaptarnos a lo que no está en nuestras manos.
- Y hacerlo, además, desde una emocionalidad positiva, que nos permita hacerlo todo desde el querer, desde la voluntad.
PREGUNTAS:
- ¿Cuánta energía gasto en quejarme de lo que de todas formas tengo que hacer?
- ¿Cuántas de las cosas que hago hoy, las hago solo por deber, sin energía ni voluntad real?
- ¿Qué emocionalidad me produce lo que hago?
- ¿Me doy cuenta que la mayor parte de mis obligaciones me las he creado yo libremente?
- ¿Cuánto permiso le doy a lo que tengo que hacer pero no quiero, para que me cambie el humor, para que me instale en la rabia, el enojo o la frustración?
- ¿Qué puedo y quiero hacer Yo para cambiar ésta situación?
Si tienes alguna inquietud sólo comunícate conmigo a través de los comentarios o la mensajería privada.
Tal vez te pueda interesar: ¿Qué debo desaprender para vivir en libertad?
País:Argentina
Deja tu comentario
Debe iniciar sesión para escribir un comentario.