Observar cómo te hablas a tí mismo usando a tu observador, te puede traer grandes beneficios. A través de esta herramienta podrás tener una mirada de amor hacia tí mismo.

 

¿Qué te dices cuando te equivocas, o cuando las cosas no suceden como esperabas? Puede resultar interesante observar cómo te hablas en esos momentos.

Cuando me dedico a observar la manera como nos referimos a nosotros mismos, me sorprende la facilidad con que nos maltratamos y cómo no le damos importancia a la manera como lo hacemos. Si alguien nos lo hace ver, la salida más común es reírnos y decir que no es en serio.

¿Qué pasaría si identificaras en tu vida a un observador que te mirara con la firme intención de no juzgarte, que además lo hiciera desde el amor y que tiene la ventaja de mirarte en perspectiva?

Comencemos por intentar no juzgarte: no es tarea fácil porque la mente constantemente pretende clasificar, el ego disocia, separa lo que está “bien” de lo que está “mal”, excluye. De manera que aquí necesitamos estar con los ojos bien abiertos y evitar irnos con la primera impresión. Es un trabajo de aceptar tus aspectos luminosos al igual que los sombríos y verlos como parte integrante de tu personalidad. Es poner tu ego suavemente a un lado con la mayor frecuencia posible, de manera que simplemente te observes, con la firme intención de no emitir juicios.

Continuemos por la tarea de amarte. A mí me encanta la postura sobre el AMOR de Humberto Maturana, Biólogo, científico y filósofo chileno a quien he mencionado en anteriores reflexiones. Él se refiere al amor como “un fenómeno biológico relacional a través del cual el otro aparece como un legítimo otro en coexistencia con uno, en circunstancias que el otro puede ser uno mismo” (1).  La legitimidad del otro no es negada, aún en el desacuerdo. Según él, el amor es la emoción que constituye la existencia social. Si yo me amo, soy legítimo para mí. Bajo el riesgo de simplificar la postura de Maturana, lo que intento es acompañarte a ver cómo sería que te pudieras aceptar tal como eres, donde tu legitimidad no es negada, aun cuando a veces no te guste lo que ves en ti mismo.

Y la tercera es el trabajo de verte en perspectiva. Imagina que te encuentras en una calle con el ruido del tráfico, de los peatones y los múltiples obstáculos visuales;  luego te subes a la terraza de un alto edificio sobre esta misma calle. Con seguridad el panorama va a ser diferente, con la posibilidad de ser observado ampliamente. Puede ser útil intentar ubicarte con esa mirada de observador para poder identificar qué está pasando contigo, saliéndote de “la caja” y viéndote en contexto para poder apreciar tus interacciones.

Yo creo que esta manera de verte a ti mismo haría que te trataras mejor, que tu diálogo interno fuera tan cálido como el que estableces con tu mejor amigo o con la persona a quien amas. A partir de ser consciente de la manera como te tratas, esa relación que estableces puede mejorar en muchos aspectos y contribuir a tu alegría y serenidad.

(1)La biología del Amor. Humberto Maturana 1994 pág 113

  • Espero que esta reflexión sirva para que la siguiente vez que te lances a culparte, a maltratarte, a decirte palabras duras, caigas en cuenta de ello y cambies el tono y el contenido de tus afirmaciones, que te trates con tanta compasión como la que tienes para con quienes amas.

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