¿Por qué somos infieles? Una pregunta que seguramente todos nos hemos hecho en algún momento de nuestras vidas. Exploremos algunas de las causas.

 

Decidí escribir sobre infidelidad haciendo caso a mi intuición, pues durante las últimas semanas este tema me ha estado rondando, tanto en el consultorio, como en el día a día. Un ejemplo es la conferencia que les recomiendo, de la terapeuta belga Esther Perel. La pueden encontrar en Rethinking Infidelity… a talk for anyone who has ever loved.

 

¿Por qué un miembro de la pareja llega a ser infiel? Puede haber tantas explicaciones como relaciones, e incluso, muchas veces los propios protagonistas tardan años en encontrar una respuesta.

 

Hoy me focalizaré en tratar de identificar qué lleva a una persona a ser infiel. Lo más común es atribuir la causa a que algo anda “mal” en la relación, y aunque puede ser una de las razones, la infidelidad es responsabilidad de quien la comete, pues consciente o inconscientemente decide resolver el problema buscando a un tercero.

 

Sin embargo, no siempre 1+1 es igual a 2. Hay veces en que nos encontramos con casos donde el conflicto es individual, donde la aventura se da como consecuencia de la añoranza frente a la pérdida, del deseo de una conexión más intensa, de retomar partes refundidas de nosotros mismos. Como dice Perel “cuando buscamos la mirada de otro, no siempre nos alejamos de nuestra pareja, sino de la persona en la que nos hemos convertido”.

 

Está por otra parte nuestra tendencia actual a no saber perder, a no saber convivir con el malestar. Como dice Rosa Montero “estamos empeñados en ser ultrafelices y la consecuencia es que la gente no sabe qué hacer con el desasosiego cotidiano” Esto nos lleva a desistir antes de tiempo, creemos que nuestros deseos se tienen que cumplir y cuando eso no está sucediendo, “nos bajamos del tren”.

 

La cada vez más baja tolerancia a la frustración, se conjuga con las expectativas que el ideal romántico del matrimonio ha puesto sobre la pareja, la cual se supone que coincida en temas tan complejos como el manejo de las emociones, de las finanzas, la sexualidad, la educación de los hijos, la relación con la familia política, el disfrute del tiempo libre y muchos más. El consecuente sentimiento de desilusión ante la imposibilidad de cubrir todas estas expectativas, lleva a la ruptura de un ciclo que se inició con la búsqueda de realización en el otro.

 

Antes de la edad media, cuando el matrimonio era un acuerdo comercial, la infidelidad amenazaba la seguridad económica. Hoy, que es un acuerdo romántico, amenaza nuestra seguridad emocional, pues el hecho de que esa persona en quien he fundado tantas expectativas y esa empresa en la que he puesto tanto empeño, no sea suficiente, genera fuertes crisis de identidad. El engaño y la pérdida de confianza me muestran que no soy esa persona única e irreemplazable.

 

Para concluir, ya sea que la infidelidad sea la consecuencia de que en la pareja hay situaciones que no están funcionando adecuadamente, sea por esos anhelos individuales insatisfechos, sea por la baja tolerancia a la frustración que nos lleva a buscar la satisfacción inmediata de nuestros deseos, sea por las inmensas expectativas depositadas, o por otras razones, lo cierto es que genera heridas profundas que pueden dar por terminada la relación. Y de no ser así, se requiere mucho trabajo para restaurar la confianza rota, una gran dosis de auto observación y humildad para buscar la manera de redefinir la relación y encontrar el aprendizaje que surja de todo este dolor y de esta manera lograr que la nueva etapa, sea en compañía de la misma pareja o en una nueva relación, traiga crecimiento, experiencia y apertura de nuevos canales de comunicación.

País:México