Pedro Palacios, comerciante ecuatoriano
Tendría 4 o años y estaba frente a mi casa apoyado en la cerca viendo pasar un cortejo fúnebre, cuando de pronto noto que desde dentro del ataúd emanaba la figura de una persona que yo asociaba que sería la del muerto; se quedo un instante mirándome, me saludo y luego desapareció (no recuerdo si vi alas o no).
Le mencione este hecho a mis padres y hermanos y no le dieron importancia, suponiendo que todo era producto de mi imaginación. Desde entonces tuve conciencia de que cerca de mí había algo o alguien; yo aprovechaba esta sensación para hablarle y consultar cosas que siempre eran respondidas de una u otra forma, entre todos los hechos diferentes que me sucedían, hubo uno puntual y concreto que me ayudó a entender de qué se trataba todo.
Cierta vez que me encontraba jugando con una pelota de plástico con mi hermana mayor, una fuerza extraña e invisible se deslizo desde atrás por sobre mi hombro (como un golpe de puño) e hizo volar la pelota que se encontraba en el aire a punto de que mis manos pudieran agarrarla.
Nos quedamos inmóviles, entre sorprendidos y confundidos, por lo que acabamos de presenciar. Luego, al no encontrar explicación alguna, nos ganó el miedo y corrimos a contarle a mi madre, quien nos mandó a rezar y todo quedó allí, hasta la noche, cuando de improviso, no sé por qué, abrí los ojos y entre dormido y despierto vi parado a mis pies la misma persona que cuando niño, con un par de alas resplandecientes que me observaba, y, sin hablar me contó que tuvo que desviar la pelota porque, de haberla cogido, me hubiera caído y lastimado un ojo con el pedazo de vidrio que se encontraba en el pasto.
Al levantarme, lo primero que hice fue corrobar si realmente estaba el pedazo de de vidrio y, efectivamente, descubrí que de la tierra sobresalía una punta con filos producto de un pico de botella rota enterrada en el lugar.
No se trataba de un simple sueño. Hasta pronto. PEDRO
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AUTOR: ANONIMO
País:Ecuador
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