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- ¿Qué puedo hacer cuando me siento inseguro y no sé qué hacer?
- Me siento impotente para cambiar y no sé qué puedo hacer
- Trato de creer que todo va a cambiar, pero en lugar de eso, todo empeora más…
- Siento que no puedo más…
- Tengo ganas de dormir y no despertar más…
Reconozco esas sensaciones en mí, en otros momentos de mi vida, y puedo comprenderlos; por ello, quiero enviar algunos mensajes a las personas que en algún momento de su vida se pueden sentir así…
Es obvio pensar que cuando las personas se expresan así o de formas parecidas, están expresando, sobre todo, pensamientos desde un nivel emocional de mucha impotencia. Y eso siempre es síntoma de un nivel energético muy bajo. En momentos así, nos sentimos muy vulnerables, incapaces de hacer otra cosa que pensar en que las cosas fueran diferentes. Y es ahí donde, de forma inútil e inoperante, gastamos esas pocas energías en querer cambiar lo imposible, hasta quedarnos vacíos por completo.
Gastamos las energías en pensar lo que “debería pasar” o lo que “hubiera pasado si…”. El “hubiera” centra la energía en desear cambiar el pasado; el “debería” la centra en pretender que el futuro sea como queremos que sea, y esperar que cambie por sí solo. Pero la realidad es otra. Las cosas son como son. Gastar nuestras escasas energías en pretender cambiar el pasado o esperar el futuro, es dejar de actuar en el presente, que es el único tiempo real en el que vivimos.
Para cambiar la realidad hay que empezar por aceptarla, no negarla. A veces en la vida nos toca pasar por desiertos, y esto es algo que hay que pasar. Es nuestro territorio en ese momento y no podemos hacer nada para cambiarlo, salvo seguir caminando con la certeza de que en algún momento se va a terminar.
Cuando no basta con creer y querer que las cosas sean diferentes, hay que aceptar. Las cosas son como son, y no siempre las podemos cambiar a nuestro gusto. Y si vienen mal dadas en este momento hay que aguantar el chaparrón y esperar que escampe. Concentrar nuestras escasas energías en aceptar que las cosas ahora son así, no en intentar cambiarlas. Con poca energía no podemos pretender mover montañas. Intentarlo solo nos va a generar Desesperación en lugar de Paz. Precisamente porque tenemos poca energía, conviene dirigirla hacia el objetivo más eficiente.
Puede ser una Paz triste pero, curiosamente, cuando aceptamos que las cosas son como son ahora y que no podemos cambiarlas, lo malo de la vida empieza a pasar antes y nuestra mirada empieza a ver la salida, el oasis en el desierto, la rama a la que aferrarse. Podemos empezar a ver lo que sí tenemos, en lugar de ver solo lo que nos está faltando.
Buda decía, hace 2,500 años que solo hay 3 cosas imposibles de evitar: la muerte, el dolor y la enfermedad.
Por ello, porque es imposible evitarlo, aceptarlo cuando llega, nos evita mucho desgaste energético inútil, por negarlo o intentar evadirlo.
Y así, desde la aceptación, recuperamos las fuerzas necesarias para ver la realidad con otros ojos, salir antes de la desesperación inútil, y ver cuanto antes lo que sí podemos hacer, lo que sí está en nuestras manos.
Porque cuando realmente hacemos lo que está en nuestra mano para cambiar las cosas, estamos aceptando que lo demás NO ESTÁ EN NUESTRAS MANOS, y por tanto, solo cabe aceptarlo. Y lo mismo funciona al contrario. Cuando aceptamos lo que No podemos cambiar, estaremos reconociendo mejor, aquello que SÍ podemos hacer.
No podemos evitar que un ser querido, con una enfermedad terminal, pueda evitar la muerte, pero podemos decidir cómo le acompañamos en sus últimos momentos: desde mi angustia y desesperación, o desde mi Paz y mi Aceptación, que me permiten darle todo mi amor en esos últimos instantes al ser querido que, de todas formas, se está yendo.
De igual manera, no puedo exigir que alguien me quiera o evitar que deje de quererme. Pero desde la aceptación, puedo ver lo que he hecho para que deje de quererme y lo que voy a cambiar para abrir una posibilidad al amor, aunque sea con otra persona en el futuro. De otra manera me voy a enganchar en el Resentimiento o en la Resignación culposa. Podemos darnos cuenta de lo que hemos hecho mal, pero sentirnos culpables nos paraliza en la culpa y nos impide encontrar lo que SÍ podemos hacer.
La vida son Momentos, uno detrás de otro. Una sucesión de Momentos. Cuando son buenos, hay que disfrutar del hecho de que SON BUENOS; y cuando son malos, conviene recordar QUE SON MOMENTOS, y que van a pasar, como pasan todos. Es la forma de alargar los primeros y acortar los segundos.
Déjenme terminar con una metáfora:
Yo creo que se ahoga igual alguien un milímetro por debajo del nivel del agua, que tocando fondo. Pero si gastamos nuestras pocas energías en querer salir solos, sin ayuda, chapoteando inútilmente, cuando caemos al fondo caemos inertes, sin fuerzas para salir. Pero si aceptamos que vamos a caer y guardamos esas pequeñas fuerzas, nos servirán, una vez en el fondo, para tomar impulso y salir antes hacia la superficie.
O lo que es lo mismo:
Un pájaro no teme que se quiebre la rama, porque confía en sus alas.
Encontremos nuestras alas, y podremos aceptar la rama en que la vida nos coloca en cada momento, sin temor a la vulnerabilidad, sabiendo que esos momentos también pasarán.
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Vivamos más conectados en lo Posible, y en la Acción, y menos en la desesperación que nos lleva a la pasividad.
PREGUNTAS:
- ¿Cuánto tiempo de mi vida gasto inútilmente en pensar lo que “hubiera” o lo que “debería”?
- ¿Cuánto me cuesta pedir ayuda, cuando la necesito?
- ¿Dónde pongo mi mirada con más frecuencia, en lo bueno, en lo bonito de mi vida, o siempre en lo negativo, en lo que me desgasta y debilita?
- ¿Qué ocurre en mi vida cuando yo le sumo drama al drama?
- ¿Cómo recupero energías cuando me siento débil?
- ¿Cuánto me cuesta aceptar que la PAZ empieza por la Aceptación de lo que no puedo cambiar, y solo desde ahí puedo ver lo que SÍ puedo hacer?
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