Este año he recordado con mayor detalle mis años de NIÑA. Qué bellos recuerdos, aquéllos de mi niñez.
Recuerdo con lujo de detalle y como si fuera ayer, mi casa con mis papás y hermanos. Yo, como siempre, compartiendo no sólo mi recámara con mi hermana menor, sino mis sueños, secretos y confidencias.
En mi casa siempre hubo un piano en el que mi mamá tocaba maravillosamente piezas de música clásica y en donde recibí de ella, mis primeras lecciones de piano.
Había una TV en blanco y negro y después llegó la de color. Los teléfonos eran con cable y disco de marcación y teníamos una enorme consola con “tocadiscos” en la sala de mi casa.
Recuerdo la casa de mi abuela materna, mejor que la mía y ello porque pasaba casi todas las tardes con ella, explorando su ropero, poniéndome sus sombreros y collares y pintándome los labios con su lápiz labial rojo que encontraba yo en su tocador.
Su casa era maravillosa. Predominaban los colores “dorados”. Su casa llena de espejos, colecciones de muñequitas que había comprado en sus viajes alrededor del mundo, biombos, mesas de marquetería y una decoración que a mí me parecía simplemente extraordinaria.
Las comidas que me daban en mi casa y en la casa de mi abuelita, me siguen sabiendo al día de hoy como “manjares para los Dioses” porque aquéllos sabores quedaron “tatuados” en mi alma como los sabores que te llenan de AMOR y que te recuerdan lo que es el CALOR DE HOGAR.
Algo que disfrutaba enormemente por muchas tardes y durante muchos años de mi vida, eran mis paseos en bicicleta junto con mi hermano mayor. La “sensación de libertad” y la posibilidad de descubrir nuevos lugares que te da una bici, es algo que al día de hoy me sigue fascinando.
Las tardes al lado de mi mamá armando rompecabezas, coloreando libros de dibujar, jugando matatenas, saltando la cuerda, jugando “resorte”, leyendo cuentos y horneando pasteles definitivamente marcaron mi vida para siempre.
A tal grado la marcaron que, cuando tuve a mi hijo, recordé lo maravilloso que fué tener a mi mamá a mi lado jugando con ella y decidí hacer lo mismo con mi hijo.
Con mi hermana menor jugaba a las muñecas. Primero con bebés a las que alimentábamos, paseábamos en carreola y vestíamos con diferentes mamelucos. Después, ya mas grandes, jugábamos con nuestras “barbies” y creábamos unos escenarios maravillosos e historias en las que ya como “señoritas” vivíamos aventuras fantásticas.
Con mis papás y hermanos empecé a viajar desde muy pequeña. Por muchos años íbamos a Acapulco durante nuestras vacaciones. Ya más grandes, mis papás decidieron que “como parte de nuestra educación” haríamos varios viajes al extranjero.
Gracias a estas maravillosas experiencias que viví de niña, desarrollé una ENORME PASIÓN por los VIAJES, por descubrir nuevos lugares, por conocer nuevas culturas, por probar nuevas comidas y por conocer el mundo.
Por supuesto que también viví los “pleitos entre hermanos”, varias veces terminé con codos y rodillas ensangrentadas por caídas en mi bicicleta. Fui castigada y regañada por mis papás e hice un montón de travesuras junto con mi hermano (de las cuales creo nunca nadie se enteró).
Mi niñez fue una etapa sumamente FELIZ y maravillosa. Me siento muy agradecida con Dios, con mis papás y con la vida por haberme permitido crecer rodeada de AMOR, de LIBERTAD, de SEGURIDAD, de JUEGOS, de AVENTURAS y de mucho APRENDIZAJE.
Hoy llevo dentro de mí a esa NIÑA de largas trenzas, maravillada de encontrar a tantas catarinas durante sus paseos en bicicleta, encantada de colorear, de escuchar los cuentos fantásticos que me platicaba mi abuelita, feliz de explorar nuevos lugares y con un espíritu libre y ávido por seguir aprendiendo y disfrutando de este viaje extraordinario llamado VIDA.
- México
Qué hermosas experiencias y lo que rescato de toda tu narración es que no debemos perder, a medida que crecemos, esa necesidad de conocer, esa picardía, la capacidad de asombrarse, la alegría, el entusiasmo de seguir a pesar de las caídas en bicicleta…
Totalmente de Acuerdo Amparo. Yo tuve el enorme privilegio de tener una infancia muy FELIZ y éste, debería de ser un derecho básico de todos los niños del mundo.
Bellos recuerdos Carito, ojalá todos los niños tuvieran infancias similares a la tuya, es un derecho :)